Nervios. Eso es lo que sentí. Muchos nervios. Me sudaban las manos, las axilas, me temblaban las manos, la voz. Deseaba salir de casa aunque aún faltara tiempo para la hora.
Cuando por fin salimos y nos montamos en el coche... Atasco, lo que me faltaba para relajarme. No paré de quejarme, aunque mi pobre madre no tuviera la culpa de nada.
Por fin salimos de aquel tapón. Lo que quedaba de camino se me hizo cortísimo.
Me apeé del coche y me fui directa a la que, desde ese día, sería mi refugio mañanero (o mi cárcel) durante un año: aula 2.6.